¿Para qué votamos?
¿Para qué ir a votar?¿Para escuchar a un dirigente agrario decir barbaridades cómo que hay que sacar a los peones de las estancias y decirles por quién votar?¿Para elegir candidatos que probablemente no asuman?¿Voy a perder tiempo de mi preciado domingo en algo que creo no funciona? Si voto por izquierda, ¿a cuál de los tantos frentes que hay voy a elegir? Todos dicen expresar lo mismo, entonces… ¿Por qué no se unifican?
¿Voy a elegir a un candidato que gasta millones en publicidad diciendo que hará algo cuando asuma siendo que ya hace dos años ocupa el mismo cargo? ¿Voy a elegir a un partido que enaltece la figura de quien hace meses era traidor irrecuperable?
El domingo puedo ver todo eso, pero también puedo ver ese instante en el que decir todo lo arriba mencionado no me persiga como condena, ni mucho menos temer por mi persona.
Puede parecer exagerado, de hecho no viví más que mis primeros tres años de vida bajo la última dictadura. Sin embargo, por eso mismo, cada vez que puedo hablo o escribo del tema. La elección, el voto, la democracia, no es la perfección. Tampoco esta elección brilla por la luminarias de sus candidatos y propuestas. Inclusive, decir “voto”, últimamente se lo relaciona con algo inútil y hasta tedioso.
Pero por un instante pensemos en todos aquellos que dieron su vida, sus sueños y esfuerzos por el mínimo acto de colocar un sobre en una urna.
¿Hay cosas que cambiar? Muchísimas de las que parece, y muchísimas más de las que se reconocen.
Sin ir más lejos, el Chagas a 100 años de ser descubierto sigue causando muertes y gran parte de la población no se alimenta adecuadamente en un país que produce alimentos para más de 300millones de almas.
Hay mucho por andar y mucho por criticar y construir, pero a no olvidarse que se trata de hacerlo entre todos. Y a no olvidarse que todas esas preguntas que se escribieron al inicio de esta editorial cargan con esa palabra mágica que es “elegir”, y mientras podamos elegir, creo, tan perdidos no estamos, y el barco se mantiene aún a flote. El problema es que el timón lo tenemos que manejar entre la mayor cantidad posible de voluntades. Ese es el desafío. En ese desafío, piensen el domingo, yo lo estaré pensando.