jueves, 9 de julio de 2009

La Brujula - El Frio



EL FRÍO


Subiéndose a la ola invernal, el autor de esta nota, aprovechó su espacio de recomendaciones para hablar un rato sobre la tipología del frío.






Hay diferentes fríos. Están los fríos violentos, los del viento en la cara y las manos entumecidas. También los repentinos, los que precipitan escalofríos y pieles de gallina. Los hay eternos, los de los que viven o han vivido en las calles y lo conservan en sus huesos aún en días soleados. Hay fríos chiquititos, de frazadas escurridizas, calefacciones averiadas y bufandas olvidadas en el cajón.


Los hay profundos y dolorosos, parecidos a besos esquivos y ojos de amor menguante. Y no olvidemos los que hielan la sangre, hijos del miedo más intenso o de esos avergonzantes julepes. Hay fríos de mañana y fríos de costado, el frío implacable del trabajador que espera el colectivo y aquel frío plácido de las noches de playa.

Los hay solitarios y sociales, históricos y pasajeros, intermitentes y paralizantes. Hay fríos que se pueden prevenir, flanquear y otros tan redondos y aplastantes que son inexorables, imbatibles y desmoralizantes. Hay fríos agotados, como hilos que se cuelan por las hendijas, y los hay enérgicos, cuyo vigor tuerce la más tenaz de las voluntades.

Según la lingüística, sabemos lo que el frío es porque hemos experimentado el calor. Más no basta con conocerlo por oposición, haberlo sufrido es un requisito excluyente cuando nos aventuramos a combatirlo. Reconocer, por ejemplo, la utilidad sustancial de los diarios. Pero más que nada, y gripes aparte, convencernos de que la manera más efectiva de mitigar el frío no es individual sino colectiva. Saber que no hay peor invierno que la soledad.

Damián Pellegrino

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