Qué consenso con qué realidad
La discrepancia y el consenso parecen ser las estrellas en esta realidad de dichos, contradichos, marchas y contramarchas.
Desde hace un tiempo que se viene pidiendo consenso y no se llega a ningún puerto precisamente por la discrepancia reinante que desde distintos lugares y escritorios sale a cruzar la realidad.
Y mientras tanto, los índices siguen mostrando gente que se sale del escenario, debates sobre cómo debe ser la educación sin siquiera detenerse a pensar que miles de chicos no tienen qué comer, entre eso también está la queja constante del “campo” que se queja porque, paradójicamente, quiere ganar aún más mientras un frigorífico cooperativo pelea para no cerrar sus puertas.
La ley de servicios audiovisuales entra al senado buscando su quórum para dejar de ser un proyecto y convertirse en algo “no negativo” que permitirá destapar oídos, quitar mordazas y abrir bien los ojos aunque un monopolio amenace desde su pantalla que uno de los mas de treinta canales que tiene “va a desaparecer”.
Como entremesa ya se habla de reelección en la gobernación, una posible candidatura presidencial de Néstor Kirchner, y un concejal agro-vedette que apoyó al intendente ahora busca su lugar en el palacio municipal tratando de chiquilín al actual mandatario municipal, que dicho sea de paso recibe un premio (otro mas y el lobby sube su apuesta) y sonríe ante los flashes de la obsecuencia política actual.
Como lograr consenso ante tanto berretismo y ante tanta indiferencia ante situaciones reales que necesitan una ayuda comprometida y de hecho.
Discrepar sobre esta realidad realmente es lo más fácil que se puede hacer. Como pedir “consenso” continuamente para lograr un acuerdo. No se puede hablar de consenso tan holgadamente cuando cada vez más gente cae en la pobreza o nunca logra salir de la misma. Cuando un monopolio mediático atemoriza desde portadas y pantallas no se puede pedir consenso. Cuando un político gasta cifras millonarias en carteles publicitarios y afiches y poco y nada en construir un real espacio político, por más que ese espacio sea deleznable, de ideas y acción; tampoco se puede pedir consenso.
Si uno lee al mismo tiempo que trabajadores de un frigorífico la vienen peleando desde hace mas de 15 años para que no cierren su lugar de trabajo y que lo único que les queda para ser tenidos en cuenta es cortar la ruta, mientras se habla al mismo tiempo de reelecciones y coyuntura política, no se puede pedir más que repudio.
Ni discrepancia y mucho menos consenso. Ni más ni menos que repudio.
Repudio por tanta tibieza hipócrita y por tanta política de carteles, anuncios y premios que demuestran más inacción que otra cosa.
Repudiar para que no se repita; discrepancia para mantenerlos al margen y después sí buscar un consenso real para un proyecto de país que involucre a todos, sin premios, sin carteles, construirlo desde el trabajo, la acción y el compromiso.
Desde hace un tiempo que se viene pidiendo consenso y no se llega a ningún puerto precisamente por la discrepancia reinante que desde distintos lugares y escritorios sale a cruzar la realidad.
Y mientras tanto, los índices siguen mostrando gente que se sale del escenario, debates sobre cómo debe ser la educación sin siquiera detenerse a pensar que miles de chicos no tienen qué comer, entre eso también está la queja constante del “campo” que se queja porque, paradójicamente, quiere ganar aún más mientras un frigorífico cooperativo pelea para no cerrar sus puertas.
La ley de servicios audiovisuales entra al senado buscando su quórum para dejar de ser un proyecto y convertirse en algo “no negativo” que permitirá destapar oídos, quitar mordazas y abrir bien los ojos aunque un monopolio amenace desde su pantalla que uno de los mas de treinta canales que tiene “va a desaparecer”.
Como entremesa ya se habla de reelección en la gobernación, una posible candidatura presidencial de Néstor Kirchner, y un concejal agro-vedette que apoyó al intendente ahora busca su lugar en el palacio municipal tratando de chiquilín al actual mandatario municipal, que dicho sea de paso recibe un premio (otro mas y el lobby sube su apuesta) y sonríe ante los flashes de la obsecuencia política actual.
Como lograr consenso ante tanto berretismo y ante tanta indiferencia ante situaciones reales que necesitan una ayuda comprometida y de hecho.
Discrepar sobre esta realidad realmente es lo más fácil que se puede hacer. Como pedir “consenso” continuamente para lograr un acuerdo. No se puede hablar de consenso tan holgadamente cuando cada vez más gente cae en la pobreza o nunca logra salir de la misma. Cuando un monopolio mediático atemoriza desde portadas y pantallas no se puede pedir consenso. Cuando un político gasta cifras millonarias en carteles publicitarios y afiches y poco y nada en construir un real espacio político, por más que ese espacio sea deleznable, de ideas y acción; tampoco se puede pedir consenso.
Si uno lee al mismo tiempo que trabajadores de un frigorífico la vienen peleando desde hace mas de 15 años para que no cierren su lugar de trabajo y que lo único que les queda para ser tenidos en cuenta es cortar la ruta, mientras se habla al mismo tiempo de reelecciones y coyuntura política, no se puede pedir más que repudio.
Ni discrepancia y mucho menos consenso. Ni más ni menos que repudio.
Repudio por tanta tibieza hipócrita y por tanta política de carteles, anuncios y premios que demuestran más inacción que otra cosa.
Repudiar para que no se repita; discrepancia para mantenerlos al margen y después sí buscar un consenso real para un proyecto de país que involucre a todos, sin premios, sin carteles, construirlo desde el trabajo, la acción y el compromiso.