BALANCES
Cuando llega esta época del año siempre se recurre a la original idea de hacer un balance del año que está culminando y de esa manera dar nuevos augurios al año que va a comenzar. Es una especie de ritual occidental al que se aferran todos los mortales y mucho mas aquellos que trabajan con la información, la actualidad y la opinión.
Se pueden decir tantas cosas de un año que se va. Se puede hacer memoria de aquel acontecimiento político que marcó por semanas los titulares de matutinos y las marquesinas de la TV. También pensar en ese acontecimiento deportivo que a muchos contentó y a otros decepcionó. Y mientras buscamos esas noticias de las que con mucha suerte y mucho esfuerzo, recordaremos no más de 5 o 6 y de los últimos tres o cuatro meses nada más, también pensamos nosotros que hicimos, que nos pasó (bueno y malo) en este año.
Vivimos huelgas, protestas, crisis política, marchas y contramarchas, desabastecimiento, crisis financiera internacional, miedos mediáticos, inseguridad, anuncios de obras, carreras políticas que siempre quieren arrancar cambios. En fin, nada nuevo en el horizonte para atrás y para adelante. Pero lo más llamativo de todo esto es ¿por qué no hacer un balance en agosto? ¿O en abril? ¿O en julio con el medio aguinaldo?¿o en septiembre cuando arranca la primavera?¿o hacer el balance el mes de nuestro cumpleaños? No. El balance como corresponde lo hacemos en los últimos días del mes de diciembre. Mayor rito que ese no debe haber.
El balance purificador y a volver de nuevo a la pista. Al trajín cotidiano de colectivos, autos, peatones, trabajo, fines de semana pidiendo que se termine el año y cuando se está terminando el año, la gran pregunta filosófica existencialista “¿ya se termina otro año?” “¡¿Cómo pasa el año?!”. Y sí estimados, no solo pasa el año. La vida pasa. El trayecto nuestro ya sea el 2008 o el 3015 pasó. Ya no vamos a repetir el 31 de diciembre, pero tampoco vamos a repetir el 07 de junio o el 13 de agosto, o cualquier otro día de nuestra existencia.
Por lo tanto, aconsejo no hacer ningún tipo de balance en estos días que no podamos hacer en cualquier otro día. Celebremos. Pero celebremos el estar vivos como lo tenemos que celebrar y desafiarnos a nosotros mismos el resto de este año que se fue y el que viene.
De nada sirve estar mirando hacia atrás, lo que sirve es mirar hacia nuestro futuro construyendo un buen presente para que no sea un pasado vergonzoso y digno de olvidar pero tampoco aforrándonos a un pasado que requiere de balances a cada rato para recordarnos que estamos vivos.
La tarea no es nada fácil y el desafío está planteado.
Se pueden decir tantas cosas de un año que se va. Se puede hacer memoria de aquel acontecimiento político que marcó por semanas los titulares de matutinos y las marquesinas de la TV. También pensar en ese acontecimiento deportivo que a muchos contentó y a otros decepcionó. Y mientras buscamos esas noticias de las que con mucha suerte y mucho esfuerzo, recordaremos no más de 5 o 6 y de los últimos tres o cuatro meses nada más, también pensamos nosotros que hicimos, que nos pasó (bueno y malo) en este año.
Vivimos huelgas, protestas, crisis política, marchas y contramarchas, desabastecimiento, crisis financiera internacional, miedos mediáticos, inseguridad, anuncios de obras, carreras políticas que siempre quieren arrancar cambios. En fin, nada nuevo en el horizonte para atrás y para adelante. Pero lo más llamativo de todo esto es ¿por qué no hacer un balance en agosto? ¿O en abril? ¿O en julio con el medio aguinaldo?¿o en septiembre cuando arranca la primavera?¿o hacer el balance el mes de nuestro cumpleaños? No. El balance como corresponde lo hacemos en los últimos días del mes de diciembre. Mayor rito que ese no debe haber.
El balance purificador y a volver de nuevo a la pista. Al trajín cotidiano de colectivos, autos, peatones, trabajo, fines de semana pidiendo que se termine el año y cuando se está terminando el año, la gran pregunta filosófica existencialista “¿ya se termina otro año?” “¡¿Cómo pasa el año?!”. Y sí estimados, no solo pasa el año. La vida pasa. El trayecto nuestro ya sea el 2008 o el 3015 pasó. Ya no vamos a repetir el 31 de diciembre, pero tampoco vamos a repetir el 07 de junio o el 13 de agosto, o cualquier otro día de nuestra existencia.
Por lo tanto, aconsejo no hacer ningún tipo de balance en estos días que no podamos hacer en cualquier otro día. Celebremos. Pero celebremos el estar vivos como lo tenemos que celebrar y desafiarnos a nosotros mismos el resto de este año que se fue y el que viene.
De nada sirve estar mirando hacia atrás, lo que sirve es mirar hacia nuestro futuro construyendo un buen presente para que no sea un pasado vergonzoso y digno de olvidar pero tampoco aforrándonos a un pasado que requiere de balances a cada rato para recordarnos que estamos vivos.
La tarea no es nada fácil y el desafío está planteado.
…y después de todo, tengan un buen fin de año y comiencen bien el 2009 y que tengan el mejor de todos los años que puedan tener.
FELICIDADES